Historia de la paciencia de un repositor de supermercado chino ayudada por el consumo descontrolado de psicotrópicos de preferencia

sábado, 2 de julio de 2011

(siete)


DE CÓMO SE RETOMA EL HILO NARRATIVO DESPUÉS DE DOS POSTEOS EN LOS QUE LOS AUTORES DECIDIERON DEDICARSE A DELIRIOS CIRCUNSTANCIALES EN LUGAR DEL AVANCE DE LA HISTORIA.







Muchacho... reponde... muchacho...

Eh

Yo habla con usté

Me estoy yendo don

Yo habla con usté

Vos sos el que no entiende, viejo forro, no me repitá la cosa

Tiene que pasa mejol escoba

Te juro aue si no fuera porque caigo en cana te mataba

Acomoda paquete

Te hago una enema de caramelo

Limpia vidlio

Te llevo al fondo y te agarro a lo golpe con una bolsa de cebolla llena de lata de tomate

Cambia plecio viejo

Te meto tré cuetazo y te largo por la picadora de carne

Leva paquete malo a la ofelta

Decí que ando abombado que si no

Trae caramelo

(...)

Listo don?

(...)

¡Mañana llega templano!

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Camino a casa. Sábado a la noche. Y la fiebre que no viene. Que se perdió hace rato.

El Sol de Oriente en la noche. No dejan ninguna luz prendida. Ni las del frente, ni las del fondo, ni las de adentro. Ni siquiera el zumbido de las heladeras habita el galpón. Las apagan. Todas las noches las apagan. La semana que viene oferta de fiambre y leche, clavado.

El Sol de Oriente en la noche. Un desarmadero. Un ex supermercado.

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Cuatro cuadras a pie, mano a mano con el frío. Bah, yo creo que tengo frío. Las manos empalidecen y me cuesta un poco más moverlas. Eso debe ser frío. Yo no lo siento. El entumecimiento que viene de adentro le gana al que viene de afuera.


Doy vuelta a la última esquina. Parece que la helada le está ganando al sábado.


La puerta de mi casa. La puerta de cualquier casa. Tan mía como la mía.

En el picaporte encuentro trabado un papelito. No tiene nombre. Pero comprendo. No sé si es que reconozco la letra o si hay una sola persona en el mundo que en este momento podría escribirme una nota así. Tampoco me importa demasiado, a esta altura, en este estado. Simplemente me dejo ganar por la situación, por la inercia, por el frío, por el sábado, por los efectos colaterales, por la imagen del chino sermoneándome, por la necesidad de hacer algo para no hacer nada, que algo cambie para no cambiar jamás (me gusta Fito como me gusta Charly: casi todo hasta el 95)


"Venite

Hay asado"



sábado, 25 de junio de 2011

(seis)


DE LOS AVATARES COTIDIANOS
POR LA CRUELDAD Y URGENCIAS
DEL MERCADO CONTEMPORÁNEO
FRENTE AL DESENVOLVIMIENTO DE UN SERVICIO
DE CARACTERÍSTICAS MILENARIAS.









En el Sol de Oriente hay ofertas de dudosa fiabilidad, que en su discurso generan más sospechas antes que incentivos, en su afán de estimular la mercenaria pulsión de la urgencia del shopping barrial.

La ferocidad marquetinera con que los volantes pregonan ofertas únicas de exquisitos productos a precios destacables, hacen desconfiar de la pureza de sus intenciones:

Queso Azul Roquefort roquefort, posta, de leche de oveja francesa requetecoagulada, la fresca pasta verde con la que se lo realiza produce una fragancia fuerte e intensa propia de este queso. Producto importado, único y sin devolución. 25% de descuento.

Pan Mignon Con el toque distinto de nuestro panadero, “El Manco”, su inconfundible mano junto a la calidad de la levadura oriental recrean los mejores sabores del pan francés, ideal para rallarlo esta tarde y rebosar las milanesas de la noche. El auténtico sabor de lo autóctono, con un toque francés. 2x1 sólo hoy.

Fideos Guiseros La tradicional pasta italiana en su versión local. Nada mejor que lo hecho en casa, la fábrica de fideos secos de Berazategui combina la urgencia de la inmediatez cotidiana con la verdadera pasta italiana. Tiempo de cocción aproximada 5 min. $ 1,35 el paquete.

Salsa de tomate en lata Todo el sabor y la frescura de los tomates vietnamitas envasados al vacío y directo a su hogar. Ideal para hacer tuco y acompañar unos ricos fideos guiseros (las promociones no son acumulables/ ni combinables). Si la lata se encuentra algo abollada participa de la promo antibotulismo con un 5% de descuento en jabones Asepsia.

Recuerde que el tuco no es tuco si no se lo sopa con el rico pan francés de Panadería “El Manco” ¿Qué está esperando? con confianza meta mano a nuestras ofertas ¡ya mismo!, mañana quizás sea demasiado tarde.


Por suerte los repositores de supermercados chinos no somos interrogados frente a circunstancias tan sospechosas, la mayoría de la clientela respeta el escalafón jerárquico y se conforma con el sistemático “no entendel, pol favol, glacias” de los dueños ante cualquier reclamo.

sábado, 18 de junio de 2011

(cinco)





EN DONDE SE DESGLOSA
UNA HISTORIA
CAPAZ DE ACONTECER
EN LO QUE UN REPOSITOR
BAJO INFLUENCIAS NO DEL TODO CONOCIDAS
SE DEMORA
EN DARSE VUELTA
ANTE UN LLAMADO
QUE CATALIZA EN ÉL
DESEOS HOMICIDAS






El viejo es un hijodeputa.

Posta.

No entiende nada.

Y eso lo hace más hijodeputa.

No sólo le chupaunhuevo.

Está dotado lingüísticamente para que su chupadadehuevo sea más perversa.

Te mira y con los ojos te dice pelotudo encima de que no me importa nisiquiera te tengo que ignorar vos hablás y a mí menefrega porque notentiendo nomimporta nitentiendo.

No se va de la caja.

Nunca.

No puede.

Apenas le dan monedas al hijosobrinonietosontodosiguales que tiene ahí, las guarda en una cajita y se las lleva para el fondo.

Nadie se da cuenta.

Se va con las monedas y vuelve con caramelos.

Nunca hay monedas.

No moneda No.

Nunca faltan caramelos.

Lleva caramelo.

unodoscincoveinteunamontañadecaramelos.

El viejo se vino solo en barco.

Andásaber de dónde.

Solo se vino.

En una bodega piojosa.

Capaz que quiso pagar el viaje con caramelos.

Lo único que tenía era un paquetito.

Cuadradito.

Chiquitito.

De papel madera con una piola berreta.

Una noche el viejo se queda dormido.

Medio en pedo.

O triste.

No.

En pedo.

Y las ratas le comen el paquete.

Bien hijadeputas las ratas.

El viejo se pone como loco.

Putea como si le hubieran matado a la madre.

Las ratas lo miran.

Se pone a revisar las sobras.

Nada.

Se queda arrodillado en el medio de la bodega piojosa donde está.

Para qué va a gritar.

Las ratas lo miran.

Se le cagan de la risa.

Ahora el viejo se va con las monedas al fondo.

Lleva tresocuatro.

Ni eso deja en la caja.

Se las lleva apenaselasdejan.

Las debe tener en damajuanas.

Para que ni él pueda meter la mano.

A ver si se comen esto.

Ratas de mierda.

Cuatro con treinta.

La puta madre.

No moneda No.

Lleva caramelo.

setentacentavodecaramelo.

Qué me mirás viejo sorete.

Entregá las monedas.

Te vi.

La gorda que estaba antes que yo pagó con monedas.

Y te las tomaste al fondo.

Qué me mirás viejo sorete.

Qué me cerrás los ojos.

Qué movés el hocico.

Qué te refregás las manos.

Te pensás que no sé.

Viejo rata.

Viejorrata.

Para qué quiero caramelos.

Donde querés que me meta setentacentavodecaramelo

Kétepensáketengocincoañoyo

Kekerékeréketedélakabesakontralovidrioavésinotenémoneda

Eh

Viejo Rata

Otra vé karamelo kunfú.

Se.

Ta bien.

Asetelboludo.

Undiadéstomevoialfondo.

Selasagomierda.

Posta.

E-l-v-i-e-j-o-e-s-u-n-h-i-j-o-d-e-p-u-t-a.

sábado, 11 de junio de 2011

(cuatro)


DONDE SE CUENTA DE COSAS POSIBLES DE ACONTECER Y OTROS EVENTOS QUE MEJOR NO SUCEDAN.







Todo el día acá, ¿por qué no lo dejan en la casa? es insoportable el pibito, el lugar también, los vietnamitas estos también. Aunque la suma de las partes jamás será tan densa como el todo, dicen, son unos giles.

Se cortó la música. Se los escucha murmurar cosas. Ponen otro Cassettes de esos, vuelve la cumbia en chino. Me dejo llevar por el movimiento del pie. Levanto la cabeza y lo veo jugando con las latas:

¿y si el guachín fuera mío?

no, no es tuyo.

esa vez que la china me dijo que me dejaba salir antes si…

no, no es tuyo.

se me habían acabado las pastillas y estaba muy loco.

no, no es tuyo.

aunque si lo mirás bien el pibe no tiene los ojos taaan finitos.

no, no es tuyo.

además si fuera mío lo cagaría bien a trompadas. Guacho de mierda.

no, no es tuyo.

listo, es de los coreanos estos.

(pastilla)

Ahora que lo pienso, tiene medio como un olor a chivo la china, pero no es el olor a chivo estándar, tiene algún plus que no logro descifrar. Es como si ahorrase jabón, desodorante, crema, shampoo, todo, pero no se puede ahorrar en todo, bah, que me importa. Igual yo no la toco. Espero.

...

Son las 9, hora de desenchufar las heladeras, en dos días los yogures van a estar de oferta. Ahí viene la china:

“no distlael en el tlabajo. vamos, vamos, a tlabajal, vamos, vamos…”

Secamente del orto. No te deja tranquilo ni un rato. Encima la china esta me quiere coger. Lo sé. No hay domingos, no hay feriados, no hay aguinaldo, no hay vacaciones. No entra el sol por ningún lado en este super.

“Sol de Oriente” le pusieron. Van 4 años y sigue nublado.

Es una pandereta de psicotrópicos el blister. Suena tan bien que me gusta escucharlas. Bailan las pastillitas en el bolsillo cuando me voy a casa. Tengo la sospecha de que la felicidad está en la idea de irme ¿La felicidad es una idea? Soy un inconformista del orto.

Hora de salida, caminar a casa es la mejor terapia. Siempre que suene suene la pandereta en el bolsillo.

chist, chist,

escucho desde atrás

espele, yo quelel hablal con ustel …

sábado, 4 de junio de 2011

(tres)

de cómo
un hombre
logra
descubrir
el valor
relativo
de las cosas
y los roles
en
la cabeza
de
otro hombre
sin poder
contentarse
de
su
tal vez
inmerecida
suerte

Hubiera querido dormir la siesta.

Me estaba yendo, estaba yéndome, estábame yendo, me-es-me-ta-me-ba-me-yen-me-do-me... no alcanzo a poner los dos pies en la vereda, que lo tengo al “coreano-alfa” (no sé si el más coreano, pero el que arma la jugada, que digita toda la operación) gritándome quéséyoqué, que me vuelva, que los cajones, que acomoda, acomoda, no se va, acomoda.

(una hora más)

Llego a casa y me desvisto. Entero.

La ropa y el mundo son una misma cosa.

La ropa y el súper son una misma cosa.

La ropa no es ropa. Es una mortaja de tierra, pegamento de precios viejos, pedacitos invisibles de carne cruda, olor a guiso recalentado por cuarta vez, gritos en un idioma que no es el mío, jirones de una vida que no es la mía.

(estanoesmividaestanoesmividaestanoesmividaestoydurmiendoestoyllegandoamicasaparadesvestirmeyacostarmeasímedespierto)

No hay nada que me ponga de peor humor que despertarme con sueño, como si no hubiera dormido, como si hubiera sido mejor no dormir.

(Einstein, me cago en vos, literalmente, me siento en tu cara y me cago en tu oreja)

Todos los efectos contrarrestadores se disipan. Sol de frente, ganas de dormir, la puerta del súper, el interior del súper.

A la tarde no está el flaco. Está la mujer. Se trae al pibe. Carlitos. Sí, Carlitos. 5 años.

Me habla el pendejo.

Yo tengo un autito color verde que le hacés así y anda solo.

(¿Ah sí? Si yo tuviera un autito color verde para la gente grande lo usaría para pasarle por encima a tu viejo. Y capaz que a tu vieja.)

Qué lindo el autito, nene. Te felicito.

Vos qué haces acá

Paso la escoba nene, no vés

Y por qué

Porque la gente viene con los pies sucios, y la mugre hay que sacarla para afuera

Y si la gente viene con los pies sucios porque vos estás sacando la mugre afuera

(...)

Y a vos te gustan los dibujitos

No

Y las películas de superhéroes

No

Y las papafritas

... ponele...

Y te gusta mucho barrer

(...)

(...)

(...)

Yo en la escuela hice de barrendero y mi papá se sacó una foto conmigo y mi mamá me aplaudió mucho mucho y después me regalaron un helado grande grande y tenía chocolate

(...)

Bueno me voy

(...)





(divino el pibe)

sábado, 28 de mayo de 2011

(dos)

DEL COMIENZO EN LOS CICLOS ASTRÓNOMICOS Y SU CONVENCIÓN GRAVITATORIA A LA JUSTIFICACIÓN CALENDARIA DE UN ORIGEN ESTABLECIDO, O DE CÓMO ES EL LUNES EN UN PROLETARIO AL QUE LA REVOLUCIÓN YA LE SUENA COMO BANDA SONORA DESDE TEMPRANITO.




5, 45 am

Lunes, todavía es de noche, no suena el despertador. Me desperté temprano, la puta que lo parió, deben ser las pastillas. Desayuno: té con criollitas, la manteca sigue congelada, nunca la puedo ver derretirse, no tengo tanto tiempo. Dos de azúcar, una de clonazepan. La bufanda, dos vueltas, salgo a la calle, el frío me abraza. Hoy voy a llegar temprano así el chino no me dice nada, igual no le entiendo un carajo cuando se enoja. Ahí vamos.



6, 45 am

Suena suena, la cumbia rota, y se satura el parlante que cuelga del techo. Mi cabeza hace equilibrio sobre lo que queda del cuerpo, la paciencia rueda entre los pasillos del super-chino. Mientras tanto el mundo sigue y yo etiqueto y re-etiqueto cosas kenchi y suena suena, la cumbia rota, debe ser lo único que no se vence en este lugar, eso, la kumbia en chino y la sonrisa del coreano cada vez que se abre la caja para cobrar algo. Nunca dar la monedita del vuelto, hacerse el gil por 10 centavos: No habel cambio, polfavol, glacias, dice, y la gente se muerde los labios. La kumbia suena suena, saturando el lugar.

11, 37 am

Musiquita que hace grrrhh en el parlante desconado y cada vez se entiende menos, sonido grrrhh, idioma de video juego asiático, es en el que hablan estos tipos en la caja mientras me miran entre los pasillos para ver si estoy trabajando. Puntada en la cabeza, musiquita, grrrhh, idioma raro, miradas vigilantes, y los dientes me empiezan a rechinar; me mando otra pastilla, el blister se está terminando, así no voy a llegar a la tarde. Si por lo menos supiera lo que dice la letra de la kumbia ¡ke los parió! Koreanos chupasangre, ¿ké les kuesta poner una radio normal? No importa, por suerte el clonazepam me hace efectoc cada vez más rápido:
“baila baila / nena nena / toda la noche, sigue así”
debe decir algo así, me quedo más tranquilo con “Kumbia Klonazepam”, creo que sí, debe decir eso, o algo así.
A la tarde vemos como sigue.

sábado, 21 de mayo de 2011

(uno)


Tomates en conserva. Tres con cuarenta y siete.
(¡tac!)
Arvejas remojadas. Dos con diecinueve.
(¡tac!)
Procuracoquetearmemaaaas-ynoreparodeloqueteharé
(radio asquerosa)
Azúcar. Uno con treinta y ocho.
(¡tac!)
Detergente. Siete con setenta y siete.
(¡tac!)
(¡tc!)
(tc)
(tc)
(tc)
(tc)
(tc)
(t)
(t)
(t)


La máquina etiquetadora se traba. Se detiene el proceso. La reviso. No le falta papel, ni tampoco el gatillo está roto. Gatillo. Gatillo. Gatillo. No pasa nada. Molestia, frustración. No por el percance (a mí qué me importa la máquina, que ni es mía, y qué me importa mi eficiencia como empleado, que, bueno, sí, es mía, pero igual). Lo que verdaderamente me preocupa, me aterra, es algo mucho más trágico: si esa actividad insignificante y automática se interrumpe, la barrera que me aísla de este lugar en el que estoy se rompe. El estado Zen con el que me extirpo el mundo se va descascarando a medida de que mi cabeza vuelve a rebalsar/resbalar/rebelar-se y convertirse en el santuario séptico que sabe ser.

Como cuando uno sale del agua, todo cambia de lugar, de relieve: los ruidos placenteros, memoria del útero perdido, se detienen, y la maraña borrosa del fondo se transfigura y como una hydra se multiplica metódica y detalladamente. Se empasta en la piel el olor a creolina y a carne mal refrigerada, el ruido de vidrios que se chocan, canastos que tropiezan, hola querida como estás pero que bien que te queda ese batón/ no sabés lo que me enteré/ viste la Meme quera vecina de mi cuñada/bueno, se murió/ la Meme vecina de mi cuñada queandaba maldel páncreas. Un racimo de voces que pica en la nariz, como un olor encerrado que acaba de descubrirse, como un puño de cucarachas cuando recién se prende la luz de la cocina.
Entonces miro hacia los costados. Pero no hay nada.
Ese que me mira, pero que también soy yo, piensa: qué estupidez, cómo que no hay nada, habrá una pared, o abismo, o niebla, no nada. Pero no hay nada. Yo no puedo explicarlo, como tampoco puedo explicar que soy una persona etiquetando mercadería, pero también una conciencia omnipresente que se mira, que me mira, sin hacerse ningún tipo de preguntas, con un aire de naturalidad que sólo portan los inconscientes. Y si no me resulta para nada extraño ser el que soy y ése que me mira, por qué me resultaría extraño que a mi alrededor no haya nada.
Eso pensamos mientras nos miramos y somos mirados. Mientras etiquetamos y nos vemos etiquetar, yo y yo, ambos dos mucho muy comprometidos con este mundo que no entendemos, que nos arrastra de acá para allá, y ni siquiera se opone a nuestras preguntas, hace tiempo que no nos preguntamos nada. Y yo que creí que estaba soñando. Putamadre. Uno dice quiero un sueño realista, pero es mentira. Uno quiere tocar una teta o echarse un polvo o matar al perro del vecino, que ladra en la ventana todas las noches, y que todo eso se sienta en el cuerpo, que nos despertemos oliendo a pólvora en las manos, o que nos quede una gota de sexo escondida justo en la parte superior del labio, entre los agujeros de la nariz. Pero la realidad, la realidad real, es otra, es decir, no es nada, nada más que esa sensación de mierda que uno tiene cuando sale a la calle y dice qué cagada porque no le queda otra que decir qué cagada, porque está fuera de foco, caído de la estampa. Y eso es lo que nos toca en el sueño, una desazón ilógica, pero no por eso menos amarga.


De golpe una mano enorme se me unta en la cintura.

Me aprieta (¿o apreta? ¿o aprieta? ¿o apreta? ¿o aprieta? ¿o apreta? ¿o aprieta? ¿o apreta? ¿o aprieta?), con una fuerza que conozco perfectamente: suficiente como para no dejarme escapar, pero no demasiada, para no comprometer la integridad del envase (entiéndase: yo no soy una lata; estoy soñando ser yo mismo, y nada más que eso, como en los sueños desesperanzados y de poco vuelo que tiene tanta gente). Me siento como un envase de mostaza, como un gigante enorme capaz de levantar personas como envases de mostaza, como un vouyeur cósmico que se relame de la desgracia ajena. O propia. O las dos.
No puedo ver más allá de la mano que me mantiene apresado. Es decir, detrás de esa mano no hay nada, por mucho que mi super-alter-ego se enoje. No me desespera ser del tamaño de un paquete de polenta, elevándome por el aire, sintiendo una presión viscosa en la espalda, volviendo a aterrizar, esta vez sin poder torcer la cintura, como si la metamorfosis se hubiera completado, y yo fuera un producto deseado por mí, que me muero de ganas de poseerme, ultrajarme, comerme, digerirme, expulsarme.
El viaje termina, o recién empieza.

Ya pasó la primera parte del sueño: pasan un montón de cosas raras, y uno le importa un comino.

Ahora debe venir la segunda parte, cuando pasan cosas que uno no quiere que pasen, pero que no puede evitar.

Entonces yo no soy solamente el que es y el que mira. Además soy el que piensa, la conciencia inútil de una realidad descontrolada. La mano que lleva, lo llevado, y el alarido insuficiente que denuncia que me estoy llevando a un lugar que no me va a gustar, pero que no logra nada, porque la voluntad es otra, la escena es otra, y yo no puedo dejar de cumplir mis papeles, el de mano, el de paquete, e incluso el de vocecita inútil. Y sigo gritando, cuando mi mano me deposita en un espacio aparentemente plateado, del que se levanta un vaho inevitable de lavandina y pollo crudo. Grito corré, boludo, que ya está, ya pasó la de quedarte en el molde, corré que no te va a gustar, corré que son las 4 de la mañana, y es un bajón, un bajón mal, despertarse muerto de sueño 5 minutos antes de que suene el despertador (y con ganas de mear, ni hablar), corré por tu bien, por el mío, y cagate, mano de porquería, que sos mía igual, pero ahora jodete, yo me las tomo.

Pero nada. Sigo ahí paradito, con cara de obsecuente.

(Bueno, de pelotudo.)


Y aparece otra mano, una mano que no es mía, una mano que no soy yo. Y me cago en las patas, posta.
Ya no me transporta una caricia considerada y a la vez viril (algo así como lo que era Sandro, claro, así, yo podría decir que hasta ese mismo momento me había estado acarisiandro). De golpe y porrazo, se me clava una uña mellada y vulgar en el hombro (o en el borde, no sé), me levanta de un sacudón, y me posiciona con desconsideración frente a una sucursal del infierno mismo, una presencia que me abrasa, me ciega, me tortura, me desconcierta, me apabulla y capaz que un poco me excita.

(pip) - PRODUCTO NO IDENTIFICADO

La vieja me pasa dos o tres veces más por el láser (no me mareo, no vomito, no está pautado) y no pasa nada. Se manda una puteada en un idioma que no conozco (o que mi subconsciente nunca registró) y prosigue. Rechina los dientes. Tiene que meter los números en la registradora u-no-por-u-no, y eso le rompe las pelotas. La conozco.
Pero antes de hacerlo, antes de poner a prueba la totalidad de su capacidad intelectual en el acto mismo de leer 12 números (o quince, o mil, qué se yo)y pulsarlos en una botonera (industria alemana para la argentina vía brasil, ni a 10000 km cerca de su barrio de nacimiento), se frena. Me mira. Maliciosa, ladina. Me mira. Sabe que hay algo raro. Yo sé que se dio cuenta. Yo conciencia-dentro-del-sueño. Los otros tres (el yo-paquete-que-es, el yo-comprador-del-yo-paquete-que-es y el yo-que-sueña) no saben un carajo. Pero ella se dio cuenta. Y me mira. Me mira a mí, atravesándome los otros tres. Se queda conmigo, desnudo e indefenso. Y cierra más los ojos, y casi podría decir que sonríe.
Me dice algo. A mí-comprador esta vez. Gentil, pero firme. Solícita y rastrera. Como ella. Siempre. Yo accedo, canchero buenaonda, y en un acto de insanidad perfectamente controlada, me entrego a sus manos grasosas de crema pastelera mezclada con esa humedad que exudan los sachets de leche cuando están a la intemperie, restos de harina, tinta de caja registradora y demás sustancias que viajan a sus manos, imanes para la mugre más insólita.
Camina por pequeños pasillos, zigzagueando entre botellas, latas, gentes, niños, ratas escondidas, rumores de hijos homosexuales, presuntas adicciones, cánceres, romances, todo amontonado en las góndolas, a pura oferta, llevarse una docena de huevos a mitad de precio y la novedad de que la mujer de la esquina, esa que siempre quiere cagar más alto de lo que le da el culo, tiene un hijo que toma más merca de lo que un pibe toma chocolatada, bien vale el amontonamiento.
Me lleva colgando, zarandeándome impaciente, pero con impaciencia eufórica, lo que se viene la excita, vieja morbosa, se dio cuenta, sabe, y ahora que tiene el control de la situación está más caliente que-no-sé-qué.

Llegamos. Conozco también este lugar. El patio. Bah, dicen patio y uno piensa en algo medianamente verde, o con plantas, o algo así. No en una pieza sin techo. Y esto es eso. Una pieza sin techo, dos por dos, puro cemento, y a lo mejor un rayo de sol, que para lo único que sirve es para levantar el fermento de todas las porquerías que tiran en el rincón contrario a la puerta. Ahí llegamos, y todo es tan claro.
Me aprieta con una fuerza que conozco perfectamente: no quiere hacerme sufrir, no quiere dañarme hasta que sea el momento justo. Quiere que el cambio sea entero de todo a nada. Quiere que llegue íntegro, impecable, hasta el segundo anterior a la zambullida en esos jugos que hacen el tiempo y la intemperie. Por eso no me apreta (¿o aprieta? ¿o apreta? ¿o aprieta? ¿o apreta?), y espera, me mira, se humedece, tiembla. Y con un movimiento fluido (habrá jugado al vóley alguna vez, o tendrá cancha después de tantos años) me lanza por el aire, y describo una parábola perfecta, y siento como el tiempo se detiene, y me veo flotar, y me veo yéndome del super con moderada resignación porque en serio tenía muchas ganas de comerme, y me veo ver toda la escena, y me veo gritar por nada, porque gritar no sirve para nada, a esta altura, altura de las cosas, inevitables por donde las mire, y altura del suelo, que cada vez se me acerca más, con su colchón podrido para atajarme la caída. Y me veo/me siento caer en el lugar preciso, y empieza a picarme en la nariz el olor hirviente de todo lo que no sobra, y ya siento el golpe, la zambullida.


Y abro los ojos. Los ojos. No los párpados. Los párpados los tenía abiertos desde antes. Digamos que me vuelve la vista. O vuelvo a tomar conciencia de que veo, de que soy un cuerpo, uno solo, sin más incidencia en el mundo que lo que pueda hacer con esto que tengo de-la-piel-para-adentro.
Los ruidos no se hacen esperar, tampoco el frío en la mano, la humedad en los pies, el olor envejecido del delantal.
Nada se hace esperar.
No hay transición.
Otra vez crucé la puerta, y estoy acá.
O a lo mejor terminé de caerme.
Y el fondo de la peste era esto.
Bajón.
Bajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajónbajón.

Leche parcialmente descremada primera marca. Dos con setenta y tres.
(¡tac!)
Manteca 200 grs. Tres con doce.
(¡tac!)
Yogurt bebible sabor banana. Tres con noventa y cuatro.
(¡tac!)